Y para ti ¿Qué es la motivación?
La primera vez que participe en una charla de motivación personal fue cuando ya me encontraba en mi primer trabajo como profesional, recuerdo muy bien que había sido un camino largo y algo desalentador, el conseguir mi primer empleo luego de terminar mi carrera. Sin experiencia y siendo un muchacho de provincia, finalmente había conseguido un lugar para mí en la capital.
En la compañía para la cual trabajaba eran muy comunes las charlas motivadoras, las que en realidad me producían más apatía que interés. El pensar en tener que pasar horas sentado escuchando a alguien quien pretendía enseñarme a cómo ser un trabajador feliz, productivo y comprometido, pero que al regresar a mi escritorio encontraría todo mi trabajo atrasado y acumulado, no me permitía el poder disfrutar de aquellas sesiones a plenitud.
Adicional a ello, me encontraba con mi otra realidad, mi jefe, a quien por supuesto, no la hacían asistir a esas charlas. Ella era una mujer alta y guapa, y su oficina privada tenía una ventana que daba directamente a nuestros puestos de trabajo, cuando ella nos veía llegar sonrientes con toda esa energía y compromiso reflejados en nuestros rostros, literalmente nos baja de la nube con la misma efectividad y energía con la que un niño rompe una piñata en una fiesta infantil. “Necesito ese informe para hoy”.
Palabras tales como: Buenos días, ¿Cómo estás el día de hoy?, y Por favor, no hacían parte del cordial y fraterno saludo de mí muy amada jefe.
Entonces, en mis pensamientos me preguntaba, ¿Será que el motivador nunca ha tenido a una como la mía?, porque estaba claro que ella no tenía ni la más remota idea de lo que era la motivación, para mi que ella no sabía que existía algo llamado motivación.
Recuerdo muy bien que al terminar una de esas charlas, mi más cercana compañera de la oficina, quien atravesaba por un muy mal momento en su matrimonio y después de sentirse animada e inspirada, nos dijo a otra compañera y a mí.
“Voy a pedir el próximo viernes libre, el lunes siguiente es un día feriado y deseo pasar un fin de semana a solas con mis esposo, quizás eso es lo que necesitamos en estos momentos. Quiero tener un tiempo a solas con él y así poder solucionar nuestras diferencias”.
Nosotros como buenos compañeros le respondimos: “Tranquila que nosotros cubrimos tu trabajo”.
Ella nos miró con esa mirada de agradecimiento eterno que solo quien la ha visto, sabe lo que significa.
A pesar del que pedir un permiso para ausentarse de la oficina, era toda una pesadilla, mi compañera llegó y sin dudarlo golpeó la puerta de la oficina de nuestra jefe. Después de cinco minutos adentro, mi buena amiga salió, su rostro lo decía todo, ella no pudo contener sus lágrimas, su permiso había sido negado. El silencioso llanto de mi compañera nos situó de nuevo en nuestra realidad. Todo lo visto y todo lo oído en la charla motivadora se desvaneció.
Al llegar la tarde del siguiente día, en una corta reunión, nuestra jefe nos informó que ella debía realizar un viaje de negocios justo el viernes antes del fin semana con día feriado, Yo inmediatamente pensé “Se va de viaje de placer”. Pero no fui el único que lo intuyó, mis ojos inmediatamente miraron a mi amiga y ella a través de su mirada me confirmó sus pensamientos.
Nuestra jefe viajó y por esas casualidades de la vida, cuando salíamos de la oficina ese viernes por la tarde, la secretaria del jefe de nuestra jefe nos dijo.
“¿Y cómo la han pasado sin la jefe el día de hoy? Qué envidia, ella debe estar disfrutando de la playa y del sol”.
Un par de semanas pasaron, el último día de aquel mes, y justo algunos minutos después de la hora de almuerzo, mi amiga recibió una llamada de su hijo mayor. El adolescente desesperado le informaba que su padre había regresado más temprano a la casa y que estaba empacando sus pertenecías, el hombre los abandonaría. Mi compañera espero a que nuestra jefe llegara de sus dos largas horas de almuerzo e inmediatamente le solicito permiso para retirarse, la respuesta de la jefe fue contundente: “No, primero debe generar el informe de cierre de este mes”. Mi amiga, lamentablemente perdió la compostura, gritó algunas malas palabras y sin que nadie la pudiera detener, abandonó su puesto de trabajo.
Al día siguiente mi compañera fue citada en la gerencia de recursos humanos, en un mismo día, ella perdió a su marido y a su trabajo. Quizá los permisos que ella estaba solicitando no le hubieran arreglado su relación conyugal, pero lo cierto es que la indiferencia y la falta de apoyo a su situación fueron una mezcla explosiva que detonaron trayendo negativas consecuencias para ella.
Con el paso de las semanas, nuestro grupo se desintegro, algunos pidieron cambio a otras áreas, uno renunció y a otros aquella situación nos animó a buscar nuevos empleos. Cada vez que recuerdo esta historia siempre me pregunto lo mismo, ¿Cuánto dinero perdió la empresa en esas charlas motivadoras? ¿Cuántas horas productivas de trabajo se esfumaron? Y es que para mí más que aquellas charlas lo que hubiéramos deseado habría sido el tener a una jefe que no nos viera tan solo como empleados, sino que hubiera visto que frente a ella, al otro lado del cristal de su ventana, se encontraban sentadas almas con problemas, virtudes, sueños e ilusiones, pero motivadas a vivir y hacer lo mejor por ellas y sus familias.
“Tu deber como líder es darnos tranquilidad y mantener nuestra calma”. Saman y la Gran Montaña.
Foto por www.es.123rf.com