¿Y Si Tan Solo Fuéramos Seres Humanos?

Multicultural

Tristemente la muerte de George Floyd, el pasado 26 de mayo del presente año, en la ciudad de Minneapolis, Estados Unidos, nos recuerda una penosa e inaceptable realidad, y es que, si bien han pasado muchos años desde la proclamación de los derechos humanos, aún estamos muy distantes en alcanzar la tan anhelada igualdad entre cada uno de los miembros de nuestra especie humana.  A pesar de haber alcanzado grandes progresos en la tecnología, medicina, y otras tantas ciencias, lastimosamente, al parecer, en lo social no hemos logrado un progreso similar considerando que, cada vez, son más las leyes que se proclaman con el propósito de salvaguardarnos y protegernos.

Personalmente siento mucha satisfacción cuando escucho o me entero que un país, una ciudad, un gobernante, un grupo social, o cualquier otra institución o persona, hacen pleno reconocimiento de los derechos individuales o colectivos de sus congéneres, aceptando que todos somos merecedores del mismo trato sin importar nuestras características individuales.  Y no me refiero, tan solo, a la igualdad que merece alguien ya sea por su género, raza, credo o condición socioeconómica, lo que deseo es referirme al hecho de cuando un ser humano es capaz de reconocer las diferencias en otra persona y aceptarlas, respetando su individualidad.

Sin embargo, y aunque, podría pensarse que aquellos registros históricos de guerras, barbaries y hasta genocidios cometidos por alguien que consideró que sus características individuales eran superiores a las de sus semejantes, son parte del pasado.  Lo cierto es que pese a que la humanidad ha atravesado por guerras, cruzadas, inquisiciones, esclavitud, campos de concentración, invasiones territoriales, apartheid y muchas otras tantas situaciones, sin sentido alguno, en las que un grupo o sociedad impuso sus derechos sobre los de otros, lo que sucedió recientemente en los Estados Unidos, nos demuestra que nuestra realidad actual no es tan perfecta como lo pensaríamos y que la trágica muerte de un hombre indefenso, quizás fue la gota que hizo rebasar una copa de injusticia y desigualdad que aún nos acompaña.

Se supondría que, gracias a nuestros desarrollos, somos cada vez más educados, que tenemos un acceso más fácil a la información y que vivimos en un mundo mucho más abierto e incluyente.  No obstante; lo que, algunas veces, observo es una marcada tendencia en querer clasificar al hombre y a la mujer en una única categoría o característica, generando en muchos casos más profundas fisuras sociales.  Hemos dejado de ser simplemente seres humanos para ser clasificados por nuestro color de piel, nuestra procedencia, una letra, un credo religioso, una tendencia política, una ideología, o por el nombre de un movimiento que quizás nació como una voz de protesta a una clara desigualdad, pero que al final, terminó radicalizándose igual o más que aquellos que en un principio no respetaban sus derechos.

Adicionalmente y como si fuese una tendencia normal, cuando no lo debería ser, hemos observado el surgimiento de corrientes extremistas que cuentan con la imagen y la voz de líderes, quienes, sin recato alguno, van lanzando discursos que pueden llegar a ser más peligrosos que un arma letal y que convencen a sus seguidores haciéndoles creer que sus derechos y sus características individuales son superiores a las de los demás.  Pero aun mas preocupante, es que muchos de aquellos lideres llegan a ocupar altas posiciones de poder y en lugar de defender los derechos que constitucionalmente nos pertenecen, animan a imponer sus ideologías de desigualdad y atropello.

Desafortunadamente, la muerte de George Floyd no es un caso apartado, ella se suma a la de muchos más, quienes injustamente han fallecido por su nacionalidad, raza, condición sexual, género y/o creencia religiosa.  Hemos creado un mundo tecnológicamente conectado en el que pareciéramos estar cada vez más distantes como especie humana, cuando al final todos somos iguales, y aunque es cierto que algunos cuentan con mejores condiciones y oportunidades de vida que otros, deberíamos entender que tan solo, tan solo, somos seres humanos que tratamos de hacer lo mejor en esta vida, y que en muchos casos, lo único que esperamos es poder ser felices, alcanzar nuestros sueños y darle un mejor bienestar a aquello a quienes amamos.  Y si lo anterior no basta para respetar al otro y a sus diferencias, entonces corremos el grave peligro de ser nuestros propios verdugos y crear un mundo de desigualdad en el que nadie se podrá proclamar como vencedor.

 

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