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No Has Vuelto A Decir Nosotros

El escribir este artículo fue inspirado por una reciente charla con una pareja que lleva, algo más de un año, tratando de consolidar su relación. Podría describirlos como la unión perfecta, ambos han vivido previas relaciones sentimentales, sin éxito, obviamente, es decir, han aprendido de sus experiencias pasadas, pertenecen al mismo nivel sociocultural, educados y con profesiones activas que aún tienen posibilidad de crecimiento, cercanos a sus cuarenta años, amantes de los animales, practicantes de actividades deportivas e, incluso, coinciden en, alguno que otro, pasatiempo.  Al conocerlos, me dio esa grata sensación de que cada uno disfruta la compañía del otro y que viven sin pretensiones y relajados. Sin embargo, un par de copas de vino, dejaron ver que la situación, entre ellos, no es tan perfecta como me lo imaginada.

Básicamente, después de un rato, la conversación se convirtió, en algo así, como un quejoso monologo, donde, ellos fueron dejando ver dos cosas que llamaron mi atención.  La primera, los dos quieren casarse y si es posible formar una familia, es más, él mencionó que, a sus edades, la opción de concebir hijos se les iba agotando, y, entonces, la adopción quedaría como su única oportunidad de ser padres, elección que a ella no le agrada mucho.  La segunda, ambos tienen muchos planes y sueños profesionales por cumplir, cada uno desea adquirir su casa y alcanzar esas metas económicas que les permitan un futuro, económicamente, más estable.

Pero ¿Por qué digo que la conversación se transformó en un recital, individualizado, de cosas que el uno desea del otro?, simplemente, porque ambos empezaron a hablar en primera persona de sus anhelos, planes y expectativas.  Yo quiero. Yo espero. Yo quisiera. Yo esperaría y muchos más yo vinieron del uno y del otro.  Sinceramente, ambos hablaban tanto de sus pretensiones que no tenía opción diferente a la de escuchar y, en algún momento, me sorprendió que, incluso, ella soltó la mano de su enamorado y los dos estaban sentados como lo hacen dos extraños que deben ubicarse en asientos contiguos.

Yo, a quien, también, le ha costado mucho trabajo el poder mantener una relación sentimental ya por varios años, especialmente, una honesta y tranquila, me vi, algo, reflejado en aquella pareja, y lo digo con sinceridad, que, en la actualidad, es tanto el afán de lograr alcanzar nuestra metas y anhelos, que simplemente, hasta olvidados compartirlos con nuestra pareja.  El yo, a veces de forma inconsciente, destruye y aniquila el nosotros. Y lo entiendo, en esa obnubilación de lograr nuestros sueños y satisfacer nuestras necesidades, olvidamos que en una pareja son dos los que se unen para conformarla. 

La situación con aquella pareja me recordó mis días de soledad en los que anhelaba que llegase la persona indicada a mi vida y lo confieso, hasta en mis oraciones lo solicitaba.  A mi mente llegaron esos momentos del enamoramiento inicial, en los cuales, toda gira en torno a dos, planes, viajes, cenas, cualquier ocasión es especial para compartir con quien amamos, pero ¿Dónde se nos puede olvidar el nosotros? La verdad no lo sé.  Pasamos días y noches anhelando que alguien aparezca en nuestras vidas que, quizás el solo hecho de tenerla, ya no nos genera esa expectativa que, en ocasiones, hasta nos trasnochaba.

Y puede ser que en la pareja con la que compartí, esa noche, a pesar de llevar juntos un buen periodo de tiempo y tener una, aparente, buena relación, pareciera que ellos aun sienten que no han encontrado ese algo especial en el otro.  En un momento que él dejo la mesa, ella, con algo de pena, pero con sinceridad, confesó que, todavía, cuando se encuentra sola, pasa largas horas, buscando su hombre ideal, en las, ya muy comunes, nuevas aplicaciones (Apps) que facilitan la búsqueda de pareja.  Sin embargo, ella, también reveló que, en muchas ocasiones, se siente frustrada, ya que le da la impresión de que, solamente, las figuras voluptuosas y los abdominales bien marcados son los únicos capaces de encontrar el romance esperado. 

Finalmente, juntos antes de que él regresase a la mesa, y quizá en un acto de total imprudencia, le pregunte: “¿Por qué no lo dejas? Y ella, con algo de pena, respondió “No me quiero quedar sola”.  Sus palabras quedaron retumbando en mi cabeza, pero lo cierto es que, según lo que leí en un artículo, la falta de una relación estable, en la actualidad, es una de las causas que, en los adultos, ayuda a precipitar problemas de tipo emocional como la depresión, ansiedad y hasta inseguridad. Cuando él tomó su asiento, sonrió y dijo: “En que íbamos?” y ella, dulcemente, expresó: “Estábamos hablando de nosotros”.  Él la miro con ternura y la tomo, de nuevo, de la mano.  La conversación cambio y unos minutos después, ellos se despidieron, salieron juntos caminando, el uno al lado del otro, como lo hace cualquier pareja de enamorados.

El verlos partir tan acaramelados, me hizo recordar que lo que no podemos negar es que muchos de nosotros seguimos considerando el amor importante en nuestras vidas y que el encontrar esa persona especial, con la cual, podamos establecer, profundos vínculos y construir una relación que nos permita desarrollar nuestra afectividad, es parte primordial dentro de nuestro desarrollo personal. Sin embargo, a pesar de lo anterior y de que muchos expresamos lo difícil que conseguir o mantener una estable y sana relación en estos tiempos, o quizás aun cuando la tenemos, como le pasa a  quienes inspiraron este blog, olvidamos que pareja es la unión de dos personas que deben aprender a convivir, comunicarse y compartir, y que, tal vez, en el afán de sobreponer nuestro yo, estamos olvidado que, para ser dos, se debe, entonces, hablar de nosotros.

Photo by Pixabay.

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