Vivir En La Peligrosa Era Del Ser Exitoso o Ser Exitoso.

vivir en la peligrosa era del ser exitoso o ser exitoso

Hace ya casi dos años, me inscribí en el gimnasio con el propósito de eliminar un molesto dolor de espalda. Un médico determinó que mi mala postura y algo de sobrepeso eran los factores que producían mi constante malestar, el cual, podría ser disminuido si fortalecía mis músculos.  Entonces, contra todo pronóstico, me encontré a mí mismo en el sudoroso ambiente de un gimnasio en el que los gemidos producidos por hombres corpulentos, empapados de testosterona, al levantar cientos de kilos, traslapan la imparable música electrónica.

Con el tiempo, mi espalda mejoró notablemente, yo me empezaba a sentir animado y hacía mi rutina de ejercicios por lo menos tres veces a la semana. Sin embargo, un día, uno de los entrenadores personales que allí trabajaba, se me acercó, y en una corta pero concisa conversación me indicó que yo estaba perdiendo mi tiempo, que él se había fijado que yo llevaba varios meses en el gimnasio, pero que yo no había ganado la masa muscular apropiada, que mis ropas y tenis no eran los adecuados, y que yo no estaba siendo exitoso con mis objetivos físicos.

El hombre háblala tan rápido y con tal convicción que fue imposible explicarle que mi intención no era la de tener el cuerpo de un modelo de la ropa interior de Calvin Klein. Él repetía una y otra vez que yo necesitaba seguir con éxito una intensa rutina diaria y una estricta dieta acompañada de suplementos vitamínicos de alta calidad, todo aquello, como parte de un exitoso plan de trabajo que el diseñaría para mí.  Programa en el que mi mente y cuerpo se transformarían, convirtiéndome así en un hombre capaz de lograr todo lo que yo me propusiera.

Mientras que él me decía que me entregaría mi mapa del éxito, el cual, yo debería pegar en el techo de mi habitación para que fuera lo primero que yo viera cada mañana desde mi cama. Mi mente pensaba en que seguramente yo no sobreviviría a una dieta basada en unos pocos gramos de brócoli y decenas de vasos de agua al día.  Y cuando intente insinuar que si al menos un día en la semana podría comer como lo hace cualquier ser humano, él muy tajantemente, me respondió que eso solo lo pensaban los perdedores que nunca alcanzaban el éxito.

Más preocupado que animado, aquel fue el punto que me hizo reaccionar, y por fin, logré que el hombre me diera un respiro.  Entonces, le pregunte de donde había sacado eso del mapa del éxito, y él con un entusiasmo mayor al que había empleado para venderme sus servicios, me comentó que había participado hacía pocos meses atrás en un seminario de superación personal en el que había aprendido que él era imparable, nunca un perdedor, y que el éxito era el único camino en su nueva vida.

Aunque él debía de guardar silencio en cuanto a las técnicas empleadas en dicho seminario, me confesó que cada mañana antes de las 6 a.m. recibía una llamada, en la que él debía reportar los logros que había conseguido cada día, ya que su objetivo era el de cumplir sus metas en menos de un año. Así mismo, me comentó que cada fin de semana se reunía con su nueva exitosa familia con el propósito de reafirmar sus compromisos con el éxito. Con algo de curiosidad, le pregunté que cuando descansaba, y el sonriente respondió, descasaré el día en que sea exitoso.

Sin que lograra convencerme y sin que mi presupuesto me diera para mi transformación mental y física, nos despedimos. Yo le pregunte su nombre y él me dijo: “Sígueme en Instagram”.  A los pocos días, le vi llegar en un auto último modelo, hecho que me motivo a visitar su perfil en las redes sociales.  Sus fotos reafirmaron sus palabras, él solo estaba rodeado de gente exitosa, guapa, delgada, y vestida elegantemente. Fotografías cargadas del más puro y motivador éxito jamás contemplado por los ojos de un pobre mortal, quien no era capaz de comprometerse con comer solo 120 gramos de coliflor al día.

Los días pasaron, y caí en cuenta que había dejado de ver al entrenador en el gimnasio.  En la recepción me confirmaron que él había renunciado porque había iniciado su propio gimnasio y la comercialización de sus propios suplementos vitamínicos.  De inmediato, me dije a mi mismo: “Seguramente él tenía razón, él está siendo realmente exitoso”.

Unos meses después, vi al exitoso entrenador, pero de inmediato, llamó mi atención que él no vestía su lujosa y colorida ropa de marca, y que, en lugar de conducir su llamativo vehículo, el caminaba desanimado como si no llevara un rumbo fijo.  Debo confesar que Intente ver su perfil en las redes sociales, pero su cuenta en Instagram había sido cerrada. Y sin que mi curiosidad pudiera esperar, pregunté por él.  Desafortunadamente, las noticias no eran buenas, los costos de su exitosa vida lo habían llevado a la quiebra, y pese a que vendió todo, no pudo cubrir la totalidad de sus deudas, y una penosa enfermedad generada por la ansiedad no le permitía ni siquiera reiniciar su carrea como entrenador personal.

Lo del entrenador, me ha hecho reflexionar en cuanto al concepto del éxito que hemos creado en nuestros tiempos modernos, y es que diera la impresión de que nada, nada es suficiente, ya que un logro debe ser superado por otro más relevante, más importante, y más rimbombante. Y en esa imparable carrera de ser exitoso, se nos está arrebatando la oportunidad de experimentar, al menos por una vez en nuestras vidas, la paz y la tranquilidad de las cosas simples.