Ya han pasado más de cinco años desde cuando decidí que empezaría a escribir historias. Para ese entonces, no estaba seguro de a donde quería llegar con mi nuevo proyecto de vida, y lo único que realmente tenía en ese momento era tres cosas: mis ideas, un pequeño computador, y mis miedos.
Esos miedos en muchas oportunidades me susurraban al oído que estaba perdiendo el tiempo y que quizá nunca llegaría a terminar al menos un libro. Y en uno de esos momentos de profundo rechazo a la situación por la que estaba atravesando, decidí que debía cambiar muchas cosas en mi vida, y obviamente, entre ellas el enfrentar mis temores.
Entonces, leí algunos libros de autoayuda, y vi muchísimos videos y charlas de motivación personal, pero en realidad, ninguno de ellos lograba generar en mí esa chispa de inspiración o motivación para desafiar todo lo que no me dejaba mirar hacia adelante con determinación, y como en muchas ocasiones nos ocurre, me escudaba en que yo simplemente era una víctima de factores externos que se habían aliado en mi contra.
Con mucho, mucho esfuerzo, terminé de escribir mi primer libro, Saman y la Gran Montana, pero de inmediato, me enfrenté a un miedo aún más grande que todos los que había vivido con anterioridad, el temor a que a nadie le gustara lo que yo había escrito; sin embargo, y para mi fortuna, algunas voces me animaron a seguir adelante.
El tiempo pasó, y la escritura poco a poco me iba ayudando a soltar algunas ataduras que residían en mi mente y corazón, pero aun así, sentía que aún habían muchas cosas en mí que no me permitían descubrir plenamente que era lo que yo quería hacer o a donde quería llegar con todo esto, y dentro de ese duro proceso de querer descubrir mi verdadera esencia, llegó un día a mis manos un libro llamado “El asiento del alma”.
Antes de leer “El asiento del alma”, escrito por Gary Zukav, ya había escuchado ese título en dos oportunidades, pero por cosas de la vida, quizás ese era el momento más acertado para leerlo. En un comienzo, y al igual que como me pasó con otros libros de autoayuda, en algunas oportunidades la terminología no fue del todo fácil de entender, pero debo ser honesto y decir que dos cosas me sedujeron de la teoría que explica el autor y que son las que deseo compartir con ustedes en este blog.
La primera, la falta de auto-compasión
El autor bellamente insinúa que existe un vacío gigante en la capacidad que tenemos los seres humanos para sentir compasión por otros, y esto está fundamentado básicamente en la falta de compasión que tenemos con nosotros mismos, y aquí se debe tener mucho cuidado con el significado de la palabra compasión, el cual no es para nada un mero sentimiento de lastima hacia otros, más bien y como lo plantea la RAE*, la compasión es un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.
Lo anterior me hizo recapacitar y recordar que en muchas ocasiones y como si yo fuese una máquina de la verdad, fui por ahí juzgando las alegrías, las tristezas, las penas y los errores de los demás, omitiendo el detenerme a recapacitar y a analizar mis propias situaciones y emociones, quizá porque esa era la forma más efectiva de evadir mis realidades y de enfrentarme a aquello que no me permitía desarrollarme con un real ser humano, y simplemente, entendí que ¿Cómo pretender arreglar el desorden de los demás, si no soy capaz de organizar el mío propio?
La segunda, los miedos afectan negativamente a nuestras decisiones.
El autor invita a hacer una reflexión constante de lo que dejamos que llegue a nuestra cabeza y que por ende llegará a nuestro corazón y se traducirá en sentimientos. Siempre, debemos estar atentos en identificar ¿Qué clase de pensamientos se desarrollan en nuestra mente? ¿Son estos positivos o, por el contrario, son negativos? De inmediato, lo anterior, me hizo recordar algo que leí y que indicaba que nuestro cerebro instintivamente nos alerta de una situación que puede poner en riesgo nuestra confortabilidad, rechazando toda acción que nos obligue a abandonar los estados de confort que nuestra mente crea para nosotros, y esa alerta, básicamente se llama miedo.
El miedo genera dudas, y las dudas generan entre otras, la pérdida de la autoconfianza, y la perdida de autocontrol. El miedo bloquea y en muchas ocasiones no deja ver la realidad de las situaciones y las posibles alternativas que darían paso a la solución de nuestros problemas. Dejar que el miedo gobierne nuestros sentimientos es cerrar toda posibilidad a cambiar nuestras vidas porque el temor simplemente nos va a aconsejar que es mejor que nuestras decisiones estén encaminadas a permanecer en esa situación que ya es bien conocida por nosotros, así ésta no sea para nada beneficiosa.
En fin, y para termina, después de terminar de leer el libro, debo aceptar que me tomó un buen periodo de tiempo el digerir los dos mensajes que habían llegaron a mí y al final concluí dos cosas. Primero, en un sin número de oportunidades, mis miedos me han distanciado de lo que realmente he querido y estos han golpeado con una fuerza devastadora mi autoestima y hasta mi fe. Y segundo, y con algo de pena hacia mí mismo, me di cuenta que en muchas oportunidades por poner atención y juzgar los hechos de las vidas de los demás, me he olvidado de vivir con plenitud mi vida.
Mil gracias por leerme, y si te gusta mi blog apóyame compartiéndolo.