¿Nos Habremos Convertido En Una Sociedad Indolente?
Hace algunos días cuando se hizo pública la noticia de los centenares de incendios que están arrasando con la fauna y la flora en la Región Amazónica ubicada en territorio brasilero, las redes sociales se vieron inundadas con cientos de memes, post, comentarios y publicaciones, en los que, muchos expresaron la preocupación y angustia que les generaba el solo hecho de pensar que lo que ha sido llamado como “El Pulmón del Mundo”, se estaba convirtiendo en un bosque de cenizas.
Con ironía y hasta frustración, algunos expresaron su malestar al comparar la pronta solidaridad mediática y económica que recibió el incendio que destruyó parcialmente la catedral de Notre-Dame en Paris. Otros tantos compartieron una vela virtual, una luz en medio de tanta oscuridad que simbolizaba el dolor producido por la muerte de cientos de animales y el desplazamiento forzado de pueblos indígenas para los que la selva era su hogar.
Por un día o dos, en las redes sociales solo observaba fotos de voraces incendios o de los vestigios de destrucción que dejaban las llamas que arrasaron con cientos de años de vida de un ecosistema que tardara otros tantos en recuperarse. Afortunadamente, y lo puedo imaginar que así fue para muchos, se hizo viral un nuevo post, fotografías lejanas que mostraban que ya llovía sobre el Amazonas y que los incendios estaban siendo extinguidos gracias al accionar de la misma naturaleza. No puedo dejar de pensar en el gran alivio que muchos debieron sentir gracias a la esperanza que producía el pensar que las llamas eran finalmente sofocadas.
Con la extinción de los fuegos en la Amazonia, de acuerdo a lo que muchos postearon, las redes sociales volvieron a su normal accionar, y de nuevo, las fotos de fiestas, almuerzos, paseos, frases inspiradoras y hasta graciosos videos de gente queriéndose hacer famosa con parodias de famosas canciones, indicaban que el mundo era de nuevo un lugar tranquilo y en paz.
Lo cierto es que los incendios tan solo se hicieron mediáticos cuando el humo cubrió ciudades como Sao Paulo, es decir, cuando ya era una situación inocultable. La destrucción de la selva más grande del mundo ha alcanzado su número record en lo ocurrido del 2019, gracias al accionar humano del que solo se tienen algunos registros estadísticos desde el año 2013, y el que, ha causado la desforestación de esas tierras para poder así convertirlas en terrenos aptos para la producción agrícola o minera, según algunos artículos de prensa.
Pero en efecto, y sin que los incendios hayan sido extinguidos, es que ese masivo desconsuelo expresado por cientos de personas dada la destrucción de uno de los más grandes reguladores del dióxido de carbono que contamina nuestra planeta, me recuerda la transformación que hemos sufrido como sociedad y la perdida de nuestra realidad con relación a lo que significa la solidaridad frente a las situaciones de infortunio que viven los demás.
Por citar otro un ejemplo, recuerdo que en el 2017, en esa inefable guerra que se libra en Siria desde el 2011, un niño, llamado Karim, uno de tantos afectados por ese terrible conflicto, resulto herido en un bombardeo, y lamentablemente, perdió su ojo. Rápidamente, alguien a cientos de kilómetros distante de las balas, los fusiles y la destrucción, inicio en las redes sociales un movimiento en apoyo al niño. Muchos imitaron el gesto y postearon fotos cubriendo con una de sus manos uno de sus ojos. Trate de buscar en el Internet que habría sucedido con Karim, pero lamentablemente, no encontré ninguna información posterior a Diciembre del 2017, fecha en la que seguramente, Karim dejo de ser tendencia en las redes sociales.
Podría mencionar cientos de casos más o historias y videos que abundan en las redes sociales y que nos han hecho estremecer, sentir dolor y pesar por el mal ajeno. Sin embargo, lo que me llama la atención de todas esas nefastas experiencias son dos cosas: La primera, es que en todos esos casos siempre hubo alguien dispuesto a filmar, a mantener su celular grabando y registrado para el mundo cibernético el dolor de otro, y es inevitable preguntarme, si por la mente de esa persona nunca pasó la idea de apagar su cámara y ayudar a quien lo necesitaba en ese momento. La segunda, que en realidad es una reflexión, no puedo dejar de cuestionarme si será que nuestra percepción del mundo se habrá limitado tanto a la pantalla de nuestros teléfonos celulares, que en realidad creemos que con un post lograremos sosegar y compensar el dolor que sufren los demás.
Desde mi percepción personal, nuestro mundo, poco a poco, ha ido perdiendo la realidad de sus situaciones, y nuestro sentido de compasión y solidaridad por el dolor humano se ha limitado a una tendencia mediática que es compartida en nuestras redes sociales desde la comodidad de nuestra cotidianidad. Pero lo que la misma humanidad nos ha demostrado es que los cambios reales y profundos en nuestra historia han sido producidos por el movimiento y determinación de las masas, es decir de nosotros, y no desde la pequeña pantalla de un celular.
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