El Valor del Silencio

Hacía ya muchos años que no me daba la oportunidad de tener un tiempo de descanso, de esos en los que en realidad uno se detiene por completo y en ese casi repudiable acto de necesario egoísmo, por fin, me anime a dejar de lado el agitado correr de mis jornadas para tener una pausa que me permitiera recargar mis energías, descansar el cuerpo, tranquilizar el corazón y silenciar mi mente, así fuese por tan solo unos segundos. No recuerdo cuanto llevaba sin experimentar esa agradable sensación de callar mis pensamientos y no preocuparme por todo, ya sea el dinero, el trabajo, las ilusiones y bueno, nuestra preocupación actual, la pandemia.

Quizás sea el modernismo o el estilo de vida que hemos desarrollado, pero es que pensar en detenerse y tomar unos minutos para respirar pausada y profundamente, en estos tiempos, más que un acto normal de nuestro cuerpo, se ha ido convertido en un lujo, que quizá, tan solo, encontramos en costosos talleres de superación personal, para así darle valor a algo que es intrínseco a nuestra naturaleza humana.  Pareciese que el tomar una pausa es la antítesis del éxito y que, en esa lucha a muerte por alcanzar el triunfo, estuviese mal robarle a la vida unos minutos para estar ahí, para sentirnos, para identificarnos, para aceptar lo que sentimos y para entender nuestros pensamientos. 

Probablemente, mi recuerdo más lejano de donde inicié esa afanada carrera en la que mi vida era determinada por la plena ilusión de alcanzar todos mis sueños, se remonta a mi universidad. Entre teorías y planteamientos administrativos, fui aprendiendo que, para lograr un desarrollo profesional y personal, debía lanzarme de picada al mar sin fondo de la vida laboral. Entonces, como pude me mantuve a flote hasta encontrar mi primer trabajo al que me aferre con todas mis fuerzas porque una vez se inicia solo hay una cosa segura, siempre habrá alguien que haga el trabajo mejor y más barato.

Ya en el circulo profesional en el que me desenvolvía, fueron apareciendo libros y autores que prometían traer la tan anhelada luz a mi existencia, con mucho esfuerzo intente poner en práctica cada una de las estrategias, cambiar mis hábitos y hasta reprogramar mi cerebro gracias a los tesoros encondidos que eran revelados en aquellos confusos párrafos.  Lo cierto es que el patrón para alcanzar el éxito era el mismo, trabajar sin detenerme, caminar la milla extra, hacer más que los demás y demostrar que se es exitoso así tuviese que aparentarlo.

En una competencia absurda, debía superarme a mí mismo ya que era la única forma de superar a los demás, bueno eso decían los libros, fue así como empecé a tomar mi almuerzo sentado frente a mi computador, duraba hasta altas horas de la noche respondiendo correos electrónicos, trabajaba fines de semana y respondía mi teléfono celular así estuviese disfrutando de mis vacaciones.  No sé si era un adicto al trabajo o quizás, moría de miedo de pensar en que podría perderlo, pero, honestamente, me sentía agotado, sin energía, estresado y lo peor de todo, eso no me hacía feliz.

Entonces sintiéndome desmotivado y vacío, me encontré con el mundo de la autoayuda y la superación personal. Consumí todo lo que pude y participé en muchos talleres y conferencias.  De cada uno de ellos salía pensando que era ganador, que yo recorría el camino correcto, que el trabajo sin tregua me daría el éxito y la felicidad. Sin embargo, y como sucede con cualquier alucinógeno, cuando pasaba el efecto de sentirme invencible, volvía a ver mi realidad en la que mi tranquilidad, mi paz y la calma estaban, cada vez, más distantes.

Un día cualquiera perdí ese trabajo al que me aferraba con tanto desespero, y, aun así, no fui capaz de tomar un descanso, de parar y pensar en mí.  Sin embargo y sin pensarlo, mi vida cambió, mi destino me mostró otro camino y me dio a entender que lo más importante eran mi tranquilidad y yo.  A pesar de que en algunas ocasiones la ansiedad de no hacer las cosas al mismo ritmo en que las hacía antes me perturba y me dice que debo volver a mis viejas andanzas, poco a poco, voy tratando de ser consciente y disfrutar esta nueva etapa, y como lo decía al comienzo de este blog, de darme la oportunidad y valorar ese tranquilizador efecto del silencio en mi mente y corazón, y así sea por algún pequeño fragmento de tiempo, sentir esa paz que hace muchos años el anhelo de ser exitoso y admirado me había arrebatado.

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